¿Es Jesús el Hijo de Dios?
Señales junto al Mar de Galilea
Pastor Justo
Janse
Juan
inicia su evangelio como en Génesis, pues hay un nuevo comienzo en Jesús: “1 En el principio ya existía la Palabra; y
aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. 2 Él estaba en el principio con Dios. 3 Por medio de él, Dios hizo todas las cosas;
nada de lo que existe fue hecho sin él. 4
En él estaba la vida, y lo que fue hecho tenía vida en él, y la vida era
la luz.” (Juan 1:1-4). En su primera carta lo dice aún más enfáticamente:
le vimos, le tocamos, no fue un sueño, fue real. Ha venido “El Verbo” o “la Palabra
poderosa de Dios” al mundo; pero: ¿Cómo manifestaría su deidad? ¿Cómo le
reconocerían al Hijo de Dios?
Es
notable que el escenario en el que Jesús hizo gran parte de su ministerio fuera
junto al Mar de Galilea. Aquí hay una fuerte simbología: El mar
en el mundo antiguo era sinónimo de misterio, peligro en donde uno podría perderse
y ahogarse. El mar en la Biblia llega a ser un símbolo
de inquietud o ansiedad, inestabilidad y pecado.
Los hebreos mostraron poco interés o
entusiasmo por el mar. Probablemente su miedo al océano se originó en la
antigua creencia semítica de que la profundidad personificaba el poder que
luchaba contra la deidad. Pero para Israel el Señor era el creador de los mares
(Gn. 1.9s), y por lo tanto el que lo controlaba (Sal. 104.7–9; Hch. 4.24). Él
lo obliga a actuar para bien del hombre (Gn. 49.25; Dt. 33.13) y a alabar a
Dios (Sal. 148.7). En el lenguaje figurado de Isaías (17.12) y Jeremías (6.23),
el mar está completamente sujeto a Dios. Muchas de las manifestaciones del
poder milagroso del Señor estuvieron relacionadas con el mar (Ex. 14–15; Sal.
77.16; Jon. 1–2).
1) JESÚS HACE
EL MILAGRO DE LA PESCA MILAGROSA ANTES DE LLAMAR A SUS DISCÍPULOS (LUCAS
5.1-11)
Algunos
de los futuros apóstoles (de los cuales siete eran de oficio pescadores) están
pescando infructuosamente hasta que Jesús les incita a arrojar las redes una
vez más, y es en esa ocasión, al demostrar fe en lo que Jesús les dice, cuando
consiguen una pesca extraordinaria. Pero cuando todo se calma, toman conciencia
de lo que acaban de ver y tienen temor. Pedro lo expresa: apártate de mí, soy
pecador. Pero Jesús le invita a seguirle: Sígueme, serás pescador de Hombres.
El
ámbito de trabajo es en ocasiones un mar de frustración y dolor. Es así desde
la caída del hombre. Aun allí está viéndote Jesús. Cuando has fracasado en sus
intentos y Jesús le bendice de un modo extraordinario, cuando todo se calma,
puedes percibir el obrar de Dios para darle gracias por esa bendición. Pero,
aún más importante es reconocer quien lo ha hecho y la autoridad que
manifiesta: Jesús tiene autoridad sobre el fruto del mar. Y es allí, en el
éxito, recordar que tu trabajo no te debe impedir servir a Jesús. De lo
contrario deberás dejarlo como lo hicieron ellos. Cambia la ocupación de
Pedro, Santiago y Juan a los Jesús les dice “desde
ahora seréis pescadores de hombres”.
2) CALMA LA
TORMENTA CUANDO LE LLAMAN (MARCOS 4.35-40)
Cuando
se desata la tormenta, notemos la reacción de Pedro ante Jesús: “¿No ves que perecemos?” Y Jesús le
desafía: “¡hombres de poca fe!”
Cuando
vuelve la calma, entonces los discípulos percibieron la deidad de Jesús allí: “¿Quién será este, que hasta el viento y el
mar lo obedecen?” La Biblia nos enseña que Dios creo todo y domina también
el mar (Gen_1:10).
Las
circunstancias que nos rodean no las dominamos y nos afectan, intentarán torcer
el curso. “Pasemos al otro lado”
significa “no pierdas el rumbo”. No te quedes a la deriva. Intenta mantener el propósito
en la vida con la gracia y poder de Jesús.
3) APARECE A
SUS DISCÍPULOS CAMINANDO SOBRE EL AGUA (MATEO 14:22-33).
A
la madrugada, Jesús fue hacia ellos caminando sobre
el agua. Pensaron que era un fantasma. Pero Jesús
les habló, diciéndoles: “¡Calma! ¡Soy yo:
no tengan miedo!”
Pedro
pide: “Manda que vaya a ti.” (y luego
al hundirse) “¡Sálvame!” A lo que Jesús responde: “¿Por qué dudaste?”
La
salvación está tan fuertemente y vívidamente experimentada. Cualquiera que se
haya perdido en el mar jamás olvida esa experiencia. Y si alguno estuvo a punto
de ahogarse, no olvida a su salvador.
Esta
vez, los discípulos de rodillas reconocieron que Jesús era el Hijo de Dios.
El
mar representa el mal. Hoy decimos “Nos tapó el agua” o “se desbordó” cuando
alguien se pasa en sus palabras. No te aferres a cosas que se hunden como el
Titanic al que “ni Dios podía hundir”. Jesús dijo: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad,
yo he vencido al mundo.” (Juan 16.33)
4) LUEGO DE
RESUCITAR, HACE OTRA VEZ EL MILAGRO DE LA PESCA MILAGROSA JUAN (21:1-14).
Pedro
se arrojó al agua vestido al ser advertido por Juan de que "es el
Señor" quien les indicaba dónde pescar. Luego, durante el desayuno asado (comer
en oriente significa un ámbito de reconciliación y paz) Jesús inicia la
conversación de restauración a Pedro. Tres veces -tantas como le había negado-
Jesús le hace la misma pregunta: Pedro ¿Me amas?
Pedro:
“Señor, tú lo sabes todo, sabes que te
amo”. Y Jesús le restituye, le rehabilita a su vocación pastoral: “Apacienta mis corderos”.
Jesús es Dios e hizo cuatro señales
en el Mar de Galilea para demostrarlo. Pedro y los apóstoles fueron testigos. Si no le reconocemos
así, no captamos la esencia del evangelio: “Hizo
además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.
Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que,
creyendo, tengáis vida en su
nombre.” (Juan 20.30-31).
Pídele y reconoce las señales del
Señor en tu vida: solo Él es quien en tu mar será el que fructificará
bendiciendo tus esfuerzos, calmará el viento y las olas de tus circunstancias;
caminará sobre tus miedos y te rescatará; y, te acompañará en amor restaurándote
cuando le busques. Por eso, no confíes en la red, en la barca, en el viento, en
tu esfuerzo y no te excuses en tus fracasos. Confía en Jesús. Reconócelo como
tu Señor y Dios. Es notable que un pez sea un emblema cristiano antiguo, cuya
palabra en griego IXΘΥΣ tiene una declaración de fe: ” Jesucristo Hijo de Dios
Salvador”.
CONCLUSIÓN: El triunfo final de Dios verá la
desaparición del mar en el mundo venidero (Ap. 21.1). La muerte, lo que nos
lleva al fracaso, nos ha hecho sufrir… no existirá más. Para los griegos, morir
era cruzar el río -por ello le colocaban monedas sobre los ojos del difunto para
pagarle al barquero-. En algunos himnos se hace referencia a esto. “Yo sé que un día el río cruzaré; Con el
dolor batallaré. Y al ver la vida triunfando invicta, Veré gloriosas luces y
veré al Rey.” (Porque Él vive, Himnario Bautista 460). El libro “El
Peregrino” de Bunyan culmina así antes de llegar a la ciudad celestial. Debemos
estar preparados para cruzar el río.
ORACION: “No hay otro Dios como
tú, porque tú perdonas la maldad y olvidas las rebeliones de este pequeño
resto de
tu pueblo. Tú nos muestras tu amor y no mantienes tu enojo para siempre. Ten otra vez compasión de nosotros y
sepulta nuestras maldades. Arroja nuestros pecados a las profundidades del mar.” (Miqueas 7:18,19)
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