miércoles, 7 de febrero de 2018


¿Es Jesús el Hijo de Dios?
Señales junto al Mar de Galilea
Pastor Justo Janse
  
Juan inicia su evangelio como en Génesis, pues hay un nuevo comienzo en Jesús: “1 En el principio ya existía la Palabra; y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. 2  Él estaba en el principio con Dios. 3  Por medio de él, Dios hizo todas las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él. 4  En él estaba la vida, y lo que fue hecho tenía vida en él, y la vida era la luz.” (Juan 1:1-4). En su primera carta lo dice aún más enfáticamente: le vimos, le tocamos, no fue un sueño, fue real. Ha venido “El Verbo” o “la Palabra poderosa de Dios” al mundo; pero: ¿Cómo manifestaría su deidad? ¿Cómo le reconocerían al Hijo de Dios?
Es notable que el escenario en el que Jesús hizo gran parte de su ministerio fuera junto al Mar de Galilea. Aquí hay una fuerte simbología: El mar en el mundo antiguo era sinónimo de misterio, peligro en donde uno podría perderse y ahogarse. El mar en la Biblia llega a ser un símbolo de inquietud o ansiedad, inestabilidad y pecado.
Los hebreos mostraron poco interés o entusiasmo por el mar. Probablemente su miedo al océano se originó en la antigua creencia semítica de que la profundidad personificaba el poder que luchaba contra la deidad. Pero para Israel el Señor era el creador de los mares (Gn. 1.9s), y por lo tanto el que lo controlaba (Sal. 104.7–9; Hch. 4.24). Él lo obliga a actuar para bien del hombre (Gn. 49.25; Dt. 33.13) y a alabar a Dios (Sal. 148.7). En el lenguaje figurado de Isaías (17.12) y Jeremías (6.23), el mar está completamente sujeto a Dios. Muchas de las manifestaciones del poder milagroso del Señor estuvieron relacionadas con el mar (Ex. 14–15; Sal. 77.16; Jon. 1–2).

1) JESÚS HACE EL MILAGRO DE LA PESCA MILAGROSA ANTES DE LLAMAR A SUS DISCÍPULOS (LUCAS 5.1-11)
Algunos de los futuros apóstoles (de los cuales siete eran de oficio pescadores) están pescando infructuosamente hasta que Jesús les incita a arrojar las redes una vez más, y es en esa ocasión, al demostrar fe en lo que Jesús les dice, cuando consiguen una pesca extraordinaria. Pero cuando todo se calma, toman conciencia de lo que acaban de ver y tienen temor. Pedro lo expresa: apártate de mí, soy pecador. Pero Jesús le invita a seguirle: Sígueme, serás pescador de Hombres.
El ámbito de trabajo es en ocasiones un mar de frustración y dolor. Es así desde la caída del hombre. Aun allí está viéndote Jesús. Cuando has fracasado en sus intentos y Jesús le bendice de un modo extraordinario, cuando todo se calma, puedes percibir el obrar de Dios para darle gracias por esa bendición. Pero, aún más importante es reconocer quien lo ha hecho y la autoridad que manifiesta: Jesús tiene autoridad sobre el fruto del mar. Y es allí, en el éxito, recordar que tu trabajo no te debe impedir servir a Jesús. De lo contrario deberás dejarlo como lo hicieron ellos. ​Cambia la ocupación de Pedro, Santiago y Juan a los Jesús les dice “desde ahora seréis pescadores de hombres”.

2) CALMA LA TORMENTA CUANDO LE LLAMAN (MARCOS 4.35-40)
Cuando se desata la tormenta, notemos la reacción de Pedro ante Jesús: “¿No ves que perecemos?” Y Jesús le desafía: “¡hombres de poca fe!”
Cuando vuelve la calma, entonces los discípulos percibieron la deidad de Jesús allí: “¿Quién será este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?” La Biblia nos enseña que Dios creo todo y domina también el mar (Gen_1:10).
Las circunstancias que nos rodean no las dominamos y nos afectan, intentarán torcer el curso. “Pasemos al otro lado” significa “no pierdas el rumbo”. No te quedes a la deriva. Intenta mantener el propósito en la vida con la gracia y poder de Jesús.

3) APARECE A SUS DISCÍPULOS CAMINANDO SOBRE EL AGUA (MATEO 14:22-33).
A la madrugada, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el agua. Pensaron que era un fantasma. Pero Jesús les habló, diciéndoles: “¡Calma! ¡Soy yo: no tengan miedo!”
Pedro pide: “Manda que vaya a ti.” (y luego al hundirse) “¡Sálvame!”  A lo que Jesús responde: “¿Por qué dudaste?”
La salvación está tan fuertemente y vívidamente experimentada. Cualquiera que se haya perdido en el mar jamás olvida esa experiencia. Y si alguno estuvo a punto de ahogarse, no olvida a su salvador.
Esta vez, los discípulos de rodillas reconocieron que Jesús era el Hijo de Dios.
El mar representa el mal. Hoy decimos “Nos tapó el agua” o “se desbordó” cuando alguien se pasa en sus palabras. No te aferres a cosas que se hunden como el Titanic al que “ni Dios podía hundir”. Jesús dijo: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz.  En el mundo tendréis aflicción,  pero confiad,  yo he vencido al mundo.” (Juan 16.33)

4) LUEGO DE RESUCITAR, HACE OTRA VEZ EL MILAGRO DE LA PESCA MILAGROSA JUAN (21:1-14).
Pedro se arrojó al agua vestido al ser advertido por Juan de que "es el Señor" quien les indicaba dónde pescar. Luego, durante el desayuno asado (comer en oriente significa un ámbito de reconciliación y paz) Jesús inicia la conversación de restauración a Pedro. Tres veces -tantas como le había negado- Jesús le hace la misma pregunta: Pedro ¿Me amas?
Pedro: “Señor, tú lo sabes todo, sabes que te amo”. Y Jesús le restituye, le rehabilita a su vocación pastoral: “Apacienta mis corderos”.
Jesús es Dios e hizo cuatro señales en el Mar de Galilea para demostrarlo. Pedro y los apóstoles fueron testigos. Si no le reconocemos así, no captamos la esencia del evangelio: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos,  las cuales no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo,  el Hijo de Dios,  y para que,  creyendo,  tengáis vida en su nombre.” (Juan 20.30-31).
Pídele y reconoce las señales del Señor en tu vida: solo Él es quien en tu mar será el que fructificará bendiciendo tus esfuerzos, calmará el viento y las olas de tus circunstancias; caminará sobre tus miedos y te rescatará; y, te acompañará en amor restaurándote cuando le busques. Por eso, no confíes en la red, en la barca, en el viento, en tu esfuerzo y no te excuses en tus fracasos. Confía en Jesús. Reconócelo como tu Señor y Dios. Es notable que un pez sea un emblema cristiano antiguo, cuya palabra en griego IXΘΥΣ tiene una declaración de fe: ” Jesucristo Hijo de Dios Salvador”.

CONCLUSIÓN: El triunfo final de Dios verá la desaparición del mar en el mundo venidero (Ap. 21.1). La muerte, lo que nos lleva al fracaso, nos ha hecho sufrir… no existirá más. Para los griegos, morir era cruzar el río -por ello le colocaban monedas sobre los ojos del difunto para pagarle al barquero-. En algunos himnos se hace referencia a esto. “Yo sé que un día el río cruzaré; Con el dolor batallaré. Y al ver la vida triunfando invicta, Veré gloriosas luces y veré al Rey.” (Porque Él vive, Himnario Bautista 460). El libro “El Peregrino” de Bunyan culmina así antes de llegar a la ciudad celestial. Debemos estar preparados para cruzar el río.

ORACION: “No hay otro Dios como tú, porque tú perdonas la maldad  y olvidas las rebeliones de este pequeño resto de tu pueblo. Tú nos muestras tu amor  y no mantienes tu enojo para siempre. Ten otra vez compasión de nosotros  y sepulta nuestras maldades. Arroja nuestros pecados  a las profundidades del mar.” (Miqueas 7:18,19)

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