sábado, 3 de febrero de 2018

EL TEXTO MÁS ALENTADOR DE LA BIBLIA

Pastor Stanley Clark

Hace varios años prediqué en sermón con el título “El texto más alentador de la Biblia”.
El texto del mensaje era Lamentaciones 3:22-24. “Por la misericordia de Jehovah no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias; nuevas son daca mañana. ¡Grande es tu fidelidad! Mi porción es Jehová; por tanto, en él esperaré, dice mi alma.” Algún tiempo después estábamos de licencia en los EE. UU. y en una visita a una librería encontré un libro de sermones de diferentes predicadores destacados. Entre los sermones del libro había un por el Dr. Jess C. Moody, pastor de una iglesia Bautista en Van Nuys, Claifornia con unos 12,000 miembros. El título de su sermón era “El versículo más alentador de la Biblia”. Me interesaba saber el versículo que había elegido Moody. 

Era Hebreos 13:5.

En algunos lados hay una práctica de elegir un texto como lema personal para el nuevo año. También a veces la gente regala un versículo. Quiero regalarles un texto para 2010. Es un texto para todo creyente. Es para cada uno de ustedes durante 2010 y de hecho durante toda su vida.
“Dios ha dicho: ‘Nunca te dejaré; jamás te abandonaré.’ Así que podemos decir con toda confianza: ‘El Señor es quien me ayuda; no temeré. ¿Qué puede hacerme un simple mortal?’” (Heb. 13:5-6, NIV)

I. Alienta por la promesa de compañía: “Nunca te dejaré” (NVI).

La soledad es uno de los grandes problemas de nuestros tiempos. Nos juntamos en ciudades cada vez más grandes, pero la cercanía no asegura relaciones. Podemos estar separados solamente por una pared finita, pero vivir como si fuera en otro mundo, en otro planeta.

Dios lo confirmó en el principio: “No es bueno que el hombre esté solo” (Gen. 2:18, NVI).
La vida se hace mucho más fácil en compañía de otros. Las pruebas son mucho más llevaderas cuando son compartidas. Sin otros a nuestro lado es fácil fracasar y ser vencido, pero podemos hacer frente a cualquier situación adversa si alguien nos acompaña.

Una mujer destruida buscó ayuda de un pastor. Sin ningún aviso previo su esposo había dejado una nota pegada a la heladera comunicando que se iba de la casa. Nunca lo vio más hasta aquel día terrible y desolado del divorcio. Hasta los seres más queridos pueden separarse de nosotros, pero Dios nunca nos dejará.

II. Alienta por la promesa de fidelidad: “jamás te abandonaré” (NVI).


En la vida aprendemos a no confiar demasiado en los demás porque pueden defraudarnos. El escepticismo empieza a formar parte de nuestra manera de defendernos de sorpresas desagradables.
En dos ocasiones Pablo usa el verbo para referirse a haber sido abandonado por los hombres.
Solo en la cárcel en Roma enfrentándose con la perspectiva de la muerte, Pablo dice:
“Demas, por amor a este mundo, me ha abandonado” (2 Tim. 4:10, NVI).

Pero no era solamente Demas. En la misma situación el apóstol dice de sus compañeros: “En mi primera defensa, nadie me respaldó, sino que todos me abandonaron” (2 Tim. 4:17).
Pero el creyente ha aprendido que Dios nunca defrauda. El es digno de la confianza más absoluta.
Jesús usa el mismo verbo en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mat. 27.46, DHH)

Sin embargo, Dios no abandonó al Hijo y Pedro cita el Salmo 16 en el sermón de Pentecostés al hablar de la resurrección de Jesús y afirma que lo que David dice en el salmo se refiere a Jesús.
“Pues tu no abandonarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción” (Hech. 2:27, BLA).

Dice Pedro que (Hech. 2:31, BLA).

Pablo usa el mismo verbo en 2 Cor. 4:9: “perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos” (NVI).

Tim MaCall, misionero, recuerda las palabras de su madre justo antes de su muerte. “Hijo, Dios puede evitar que sus hijos tengan problemas, pero no siempre lo hace. Dios puede librar a sus hijos en medio de los problemas, pero no siempre lo hace. Dios siempre acompaña y sostiene a sus hijos en los problemas.”

III. Alienta por la declaración enfática de la promesa.

En algún momento de mi vida me di cuenta que la Biblia es un libro de declaraciones enfáticas. Lo que afirma lo hace con fuerza. Sus afirmaciones están subrayadas, resaltadas y remarcadas con todas las técnicas de la gramática y la retórica.

Aquí tenemos un ejemplo. La primera de las declaraciones “no te dejaré” está introducida con dos partículas negativas. Y como si dos no fuera suficiente, la segunda declaración,


“no te abandonaré”, está introducida con tres partículas negativas. Podríamos traducir,

“no te dejaré jamás, ni nunca jamás te abandonaré”.

Podemos tener dudas de muchas cosas, pero jamás puede haber una duda con respecto a esta promesa

IV. Alienta por la identidad del autor de la promesa.

BLA expresa algo en su traducción que no está reflejada en otras. Refleja la presencia de un pronombre intensivo. “El mismo ha dicho: Nunca te dejaré ni te desamparé”. El mismo, es decir, Dios mismo. Nadie menos que Dios mismo lo ha dicho.

Lo ha estado afirmando a través de los siglos. De hecho, el autor de Hebreos está citando palabras pronunciadas por Moisés en la ocasión de su despedida del pueblo de Israel y de la instalación de Josué como líder. El pueblo está a punto de cruzar el Jordán e iniciar la lucha contra las naciones establecidas en la tierra prometida.

Las palabras se encuentran en Deut. 31:6 están dirigidas al pueblo: “Sean fuertes y valientes. No teman ni se asusten ante esas naciones, pues el SEÑOR su Dios siempre los acompañará; nunca los dejará ni los abandonará” (NVI). Moisés repite las palabras en Deut. 31:8 y está vez están dirigidas a Josué: “El SEÑOR mismo marchará al frente de ti y estará contigo; nunca te dejará ni te abandonará. No temas ni te desanimes” (NVI).

Es la promesa de Dios a Jacob en Gén. 28:15. Es la promesa que David trasmitió a Salomón en 1 Crón. 28:20. Es la promesa de Jesús a sus discípulos en Mat. 28:20:

Prince Claybrook, pastor retirado de la ciudad de Hope en el estado de Arkansas en los EE. UU., cuenta lo que hizo su esposo para cada uno de los cuatro hijos y sus esposas como regalo de Navidad en 1983. Usando la técnica de punto cruz elaboró en tela un texto que montó en un lindo marco. El texto decía simplemente: “Para esto tengo a Jesús.”

Contaba el pastor que en el campamento nacional de los bautistas del sur de verano para mayores de aquel año el orador principal era un muy conocido maestro de Biblia británico. Comentaba el predicador como estas palabras le habían ayudado en período de sufrimiento y cuanto habían llegado a significar para él. Hizo fabricar una plaqueta con estas palabras para colgar sobre su escritorio como recuerdo constante. En la cena del día miércoles del campamento uno de los participantes sufrió un infarto y murió en la mesa. La esposa sintió el impacto del fallecimiento de un ser querido en estas circunstancias.

Un miembro del grupo del pastor Prince dijo, “Para esto tiene a Jesús.”

Dice Juan en su evangelio, “. . . a todos los que lo recibieron les dio, a quienes creen es su nombre, les dio potestad para ser hechos hijos de Dios” (1 Juan 1:12, RVR95). La pregunta más importante al iniciar 2010 es si recibido a Jesús, si he creído en él.

Solamente así tendré a Jesús para las situaciones difíciles de la vida este año.

V. Alienta por su promesa de victoria sobre el temor.

“Así que podemos decir con toda confianza: «El Señor es quien me ayuda; no temeré. ¿Qué me puede hacer un simple mortal?»”(Heb. 13:6, NVI).

En una de las noches después de la operación me sentía realmente mal. Había pasado un mes y no me estaba sintiendo mejor para nada. ¿Por cuánto tiempo iba a durar esto? ¿Qué sentido tenía? ¿Qué era lo que el Señor estaba tratando de enseñarme? A la mañana siguiente me tocó en mi programa de lectura de los Salmos leer el 118. Encontré el aliento que necesitaba. “Desde la angustia invoqué a Jehová, y me respondió . . . .

Jehová está conmigo; no temeré . . . .” (Sal. 118:5-6, RVA95) Copié las palabras y las llevé conmigo como respuesta a los temores por mi salud.

En su sermón sobre el versículo más alentador de la Biblia Jess Moody cuenta la experiencia de un joven, Arthur Ray Ebersole, que se había ahogado. Moody había acompañado a los paramédicos que trabajaban sobre el cuerpo del jóven. El padre rogaba a los paramédicos que se esforzaran y al hijo que volviera a respirar. Dice Moody que de repente se escuchó una voz, claro como cristal y rebosante de esperanza. Todos dimos vuelta para ver de dónde venía el canto. Era la madre de Arthur sentado en la camioneta de los paramédicos. Miraba por el techo corredizo del vehículo y afirmaba su fe hacia los cielos.

Cristo está conmigo, ¡qué consolación!
Su presencia aleja todo mi temor:
Tengo la promesa de mi Salvador:
“No te dejaré nunca; siempre contigo estoy.”

Fuertes enemigos siempre cerca están;
Cristo está más cerca, guárdame del mal;
“Ten valor”, me dice, “Soy tu defensor:
No te dejaré nunca, siempre contigo estoy.”

El que guarda mi alma, nunca se dormirá;
Si me pie resbala, él me sostendrá;
En mi vida diaria es mi protector;
Cuan fiel es su palabra: “Siempre contigo estoy.”

No tengo temor, no tengo temor;
Jesús me ha prometido: “Siempre contigo estoy.”
(Himnario Bautista, 388)

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