Pastor Stanley Clark
Hace varios años prediqué en sermón con el título “El texto
más alentador de la Biblia”.
El texto del mensaje era Lamentaciones 3:22-24. “Por la
misericordia de Jehovah no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus
misericordias; nuevas son daca mañana. ¡Grande es tu fidelidad! Mi porción es
Jehová; por tanto, en él esperaré, dice mi alma.” Algún tiempo después
estábamos de licencia en los EE. UU. y en una visita a una librería encontré un
libro de sermones de diferentes predicadores destacados. Entre los sermones del
libro había un por el Dr. Jess C. Moody, pastor de una iglesia Bautista en Van
Nuys, Claifornia con unos 12,000 miembros. El título de su sermón era “El
versículo más alentador de la Biblia”. Me interesaba saber el versículo que
había elegido Moody.
Era Hebreos 13:5.
En algunos lados hay una práctica de elegir un texto como
lema personal para el nuevo año. También a veces la gente regala un versículo.
Quiero regalarles un texto para 2010. Es un texto para todo creyente. Es para
cada uno de ustedes durante 2010 y de hecho durante toda su vida.
“Dios ha dicho: ‘Nunca te dejaré; jamás te abandonaré.’
Así que podemos decir con toda confianza: ‘El Señor es quien me ayuda; no
temeré. ¿Qué puede hacerme un simple mortal?’” (Heb. 13:5-6, NIV)
I. Alienta por la promesa de compañía: “Nunca te dejaré” (NVI).
La soledad es uno de los grandes problemas de nuestros
tiempos. Nos juntamos en ciudades cada vez más grandes, pero la cercanía no
asegura relaciones. Podemos estar separados solamente por una pared finita,
pero vivir como si fuera en otro mundo, en otro planeta.
Dios lo confirmó en el principio: “No es bueno que el
hombre esté solo” (Gen. 2:18, NVI).
La vida se hace mucho más fácil en compañía de otros. Las
pruebas son mucho más llevaderas cuando son compartidas. Sin otros a nuestro
lado es fácil fracasar y ser vencido, pero podemos hacer frente a cualquier
situación adversa si alguien nos acompaña.
Una mujer destruida buscó ayuda de un pastor. Sin ningún
aviso previo su esposo había dejado una nota pegada a la heladera comunicando
que se iba de la casa. Nunca lo vio más hasta aquel día terrible y desolado del
divorcio. Hasta los seres más queridos pueden separarse de nosotros, pero Dios
nunca nos dejará.
II. Alienta por la promesa de fidelidad: “jamás te abandonaré”
(NVI).
En la vida aprendemos a no confiar demasiado en los demás
porque pueden defraudarnos. El escepticismo empieza a formar parte de nuestra
manera de defendernos de sorpresas desagradables.
En dos ocasiones Pablo usa el verbo para referirse a haber
sido abandonado por los hombres.
Solo en la cárcel en Roma enfrentándose con la perspectiva
de la muerte, Pablo dice:
“Demas, por amor a este mundo, me ha abandonado” (2 Tim.
4:10, NVI).
Pero no era solamente Demas. En la misma situación el
apóstol dice de sus compañeros: “En mi primera defensa, nadie me respaldó,
sino que todos me abandonaron” (2 Tim. 4:17).
Pero el creyente ha aprendido que Dios nunca defrauda. El es
digno de la confianza más absoluta.
Jesús usa el mismo verbo en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?” (Mat. 27.46, DHH)
Sin embargo, Dios no abandonó al Hijo y Pedro cita el Salmo
16 en el sermón de Pentecostés al hablar de la resurrección de Jesús y afirma
que lo que David dice en el salmo se refiere a Jesús.
“Pues tu no abandonarás mi alma en el Hades, ni
permitirás que tu Santo vea corrupción” (Hech. 2:27, BLA).
Dice Pedro que (Hech. 2:31, BLA).
Pablo usa el mismo verbo en 2 Cor. 4:9: “perseguidos,
pero no abandonados; derribados, pero no destruidos” (NVI).
Tim MaCall, misionero, recuerda las palabras de su madre
justo antes de su muerte. “Hijo, Dios puede evitar que sus hijos tengan
problemas, pero no siempre lo hace. Dios puede librar a sus hijos en medio de
los problemas, pero no siempre lo hace. Dios siempre acompaña y sostiene a sus
hijos en los problemas.”
III. Alienta por la declaración enfática de la promesa.
En algún momento de mi vida me di cuenta que la Biblia es un
libro de declaraciones enfáticas. Lo que afirma lo hace con fuerza. Sus
afirmaciones están subrayadas, resaltadas y remarcadas con todas las técnicas
de la gramática y la retórica.
Aquí tenemos un ejemplo. La primera de las declaraciones “no
te dejaré” está introducida con dos partículas negativas. Y como si dos no
fuera suficiente, la segunda declaración,
“no te abandonaré”, está introducida con tres partículas
negativas. Podríamos traducir,
“no te dejaré jamás, ni nunca jamás te abandonaré”.
Podemos tener dudas de muchas cosas, pero jamás puede haber
una duda con respecto a esta promesa
IV. Alienta por la identidad del autor de la promesa.
BLA expresa algo en su traducción que no está reflejada en
otras. Refleja la presencia de un pronombre intensivo. “El mismo ha dicho:
Nunca te dejaré ni te desamparé”. El mismo, es decir, Dios mismo. Nadie
menos que Dios mismo lo ha dicho.
Lo ha estado afirmando a través de los siglos. De hecho, el
autor de Hebreos está citando palabras pronunciadas por Moisés en la ocasión de
su despedida del pueblo de Israel y de la instalación de Josué como líder. El
pueblo está a punto de cruzar el Jordán e iniciar la lucha contra las naciones
establecidas en la tierra prometida.
Las palabras se encuentran en Deut. 31:6 están dirigidas al
pueblo: “Sean fuertes y valientes. No teman ni se asusten ante esas
naciones, pues el SEÑOR su Dios siempre los acompañará; nunca los dejará ni los
abandonará” (NVI). Moisés repite las palabras en Deut. 31:8 y está vez
están dirigidas a Josué: “El SEÑOR mismo marchará al frente de ti y estará
contigo; nunca te dejará ni te abandonará. No temas ni te desanimes” (NVI).
Es la promesa de Dios a Jacob en Gén. 28:15. Es la promesa
que David trasmitió a Salomón en 1 Crón. 28:20. Es la promesa de Jesús a sus
discípulos en Mat. 28:20:
Prince Claybrook, pastor retirado de la ciudad de Hope en el
estado de Arkansas en los EE. UU., cuenta lo que hizo su esposo para cada uno
de los cuatro hijos y sus esposas como regalo de Navidad en 1983. Usando la
técnica de punto cruz elaboró en tela un texto que montó en un lindo marco. El
texto decía simplemente: “Para esto tengo a Jesús.”
Contaba el pastor que en el campamento nacional de los
bautistas del sur de verano para mayores de aquel año el orador principal era
un muy conocido maestro de Biblia británico. Comentaba el predicador como estas
palabras le habían ayudado en período de sufrimiento y cuanto habían llegado a
significar para él. Hizo fabricar una plaqueta con estas palabras para colgar
sobre su escritorio como recuerdo constante. En la cena del día miércoles del
campamento uno de los participantes sufrió un infarto y murió en la mesa. La
esposa sintió el impacto del fallecimiento de un ser querido en estas
circunstancias.
Un miembro del grupo del pastor Prince dijo, “Para esto
tiene a Jesús.”
Dice Juan en su evangelio, “. . . a todos los que lo
recibieron les dio, a quienes creen es su nombre, les dio potestad para ser
hechos hijos de Dios” (1 Juan 1:12, RVR95). La pregunta más importante al
iniciar 2010 es si recibido a Jesús, si he creído en él.
Solamente así tendré a Jesús para las situaciones difíciles
de la vida este año.
V. Alienta por su promesa de victoria sobre el temor.
“Así que podemos decir con toda confianza: «El Señor es
quien me ayuda; no temeré. ¿Qué me puede hacer un simple mortal?»”(Heb. 13:6,
NVI).
En una de las noches después de la operación me sentía
realmente mal. Había pasado un mes y no me estaba sintiendo mejor para nada.
¿Por cuánto tiempo iba a durar esto? ¿Qué sentido tenía? ¿Qué era lo que el
Señor estaba tratando de enseñarme? A la mañana siguiente me tocó en mi
programa de lectura de los Salmos leer el 118. Encontré el aliento que
necesitaba. “Desde la angustia invoqué a Jehová, y me respondió . . . .
Jehová está conmigo; no temeré . . . .” (Sal.
118:5-6, RVA95) Copié las palabras y las llevé conmigo como respuesta a los
temores por mi salud.
En su sermón sobre el versículo más alentador de la Biblia
Jess Moody cuenta la experiencia de un joven, Arthur Ray Ebersole, que se había
ahogado. Moody había acompañado a los paramédicos que trabajaban sobre el
cuerpo del jóven. El padre rogaba a los paramédicos que se esforzaran y al hijo
que volviera a respirar. Dice Moody que de repente se escuchó una voz, claro
como cristal y rebosante de esperanza. Todos dimos vuelta para ver de dónde
venía el canto. Era la madre de Arthur sentado en la camioneta de los
paramédicos. Miraba por el techo corredizo del vehículo y afirmaba su fe hacia
los cielos.
Cristo está conmigo, ¡qué consolación!
Su presencia aleja todo mi temor:
Tengo la promesa de mi Salvador:
“No te dejaré nunca; siempre contigo estoy.”
Fuertes enemigos siempre cerca están;
Cristo está más cerca, guárdame del mal;
“Ten valor”, me dice, “Soy tu defensor:
No te dejaré nunca, siempre contigo estoy.”
El que guarda mi alma, nunca se dormirá;
Si me pie resbala, él me sostendrá;
En mi vida diaria es mi protector;
Cuan fiel es su palabra: “Siempre contigo estoy.”
No tengo temor, no tengo temor;
Jesús me ha prometido: “Siempre contigo estoy.”
(Himnario Bautista, 388)
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