lunes, 26 de febrero de 2018

«EL HIJO MÁS AMADO»

Pastor Justo Janse

El amor y la fe no se pueden entender si no es con ejemplos vivos. No se trata de definiciones, sino de experiencias. Si quisiera describir el amor, nada es más fuerte que el amor de los padres por sus hijos. Si esto no se da, es antinatural, incomprensible, quizás por inmadurez. Pero tarde o temprano descubrimos cuanto nos amaban nuestros padres a pesar de ser imperfectos. Generalmente lo entendemos cuando nosotros mismo somos padres: el amor a un hijo es superior a todo. Si una madre entrega a su hijo a la Patria -no es porque no le ama- sino porque está entregando lo más valioso que puede dar.

1. ABRAHAM OFRECE A  ISAAC:

El hijo más esperado, primicia de la promesa de bendición de tener una descendencia como la arena del mar y las estrellas del cielo. Al pedido Dios, fue su mayor prueba de fe (Romanos 4). Sin embargo, Abraham estuvo dispuesto a entregar lo que había recibido de Dios. Lo que más amaba, su único hijo, lo puso sobre el altar.

 “…en ese momento el ángel del SEÑOR le gritó desde el cielo: —¡Abraham! ¡Abraham! —Aquí estoy —respondió.
—No pongas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas ningún daño —le dijo el ángel—. Ahora sé que temes a Dios, porque ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo.”
(Gen 22.11b, 12).

¿Significa que no le amaba? Claro que sí! Lo entregaba confiado que aún lo resucitaría después de muerto (Hebreos 6). Pero Dios le detuvo y sustituyó la victima con un carnero. Anticipo del cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo. Y le enseñó una lección para toda su descendencia: Lo que Dios quiere, no es la muerte, sino que consagremos nuestros hijos y sean de bendición a todas las naciones (no sólo para nosotros). Abraham fue un padre que supo transmitir la bendición a sus hijos y la visión del plan de Dios. Fue llamado amigo de Dios.

2. ANA CONSAGRA A SAMUEL:

El hijo más deseado: aun así, lo ofreció en fe aun antes de recibirlo: “Entonces hizo este voto: «SEÑOR Todopoderoso, si te dignas mirar la desdicha de esta sierva tuya y, si en vez de olvidarme, te acuerdas de mí y me concedes un hijo varón, yo te lo entregaré para toda su vida, y nunca se le cortará el cabello.»” (1 Samuel 1.11).

Y así lo hizo. ¿Es que no lo amaba? Claro que sí. Pero Sara reconocía que era de Dios y bajo el servicio de Dios estaría bien. Y fue bendecida al hacerlo así. Samuel fue un siervo atento a la voz de Dios que supo servir al Señor.

Y luego Ana elevó esta oración: «Mi corazón se alegra en el SEÑOR; en él radica mi poder. »Nadie es santo como el SEÑOR; no hay roca como nuestro Dios. ¡No hay nadie como él!  »Del SEÑOR vienen la muerte y la vida; él nos hace bajar al sepulcro, pero también nos levanta. (1 Samuel 2.1, 2, 6)

3. DIOS HA ENTREGADO A SU AMADO HIJO:

El evangelio de Mateo nos relata que Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte alto. Allí se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías, que hablaban con él. De pronto una nube de luz los cubrió y se oyó una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.» (Mateo 17:5b).

El evangelio de Juan declara el propósito de su venida: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 17  Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 18  El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” (Juan 3.16-18).

Jesús le dijo a Tomas luego de su resurrección: –Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron y creyeron.

“Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.” (Juan 20:29-31).

No nos sirve ni la fe ni el amor de otro. Confiar y aceptar ser amado es casi lo mismo. Es estregarse, exponerse, hacerse vulnerable. Si amamos, es porque Dios nos amó primero. Hemos conocido a Dios que es amor. Si no eres capaz de amar, debes conocer a Dios. (1 Juan 4.8). El amor hecha fuera el temor. La fe derriba la angustia y da esperanza en la desolación. Puede cambiar nuestro semblante, tal como le sucedió a Ana. Necesitamos tener fe y recibir el amor de Dios en Jesús, su Hijo amado.

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